domingo, 30 de enero de 2011

Dolores Haze


A pesar de aquella dulce sonrisa y mirada colmada de candor, ella poseía en su interior un torbellino febril solo a veces manifestante. El suave cabello sobre sus hombros, sus manos blancas, rostro de muñeca, encajes y flores, solo eran parte del semblante que de forma no basta mostraba todo lo que podía llegar a ser esa criatura jovial. Sin socavar su bondad casi infantil, y sus sentimientos en ocasiones demasiado inocentes, ella guardaba una sombra de lujuria que halaba su mentecilla y era una muestra de su bipolaridad, no era casta de pensamiento como podrían creer, y nadie parecía saberlo, tampoco pretendía esconderlo, más no lo gritaba a viva voz, solo aquel hombre que le pareciera interesante y se cruzara con su mirada sintiéndose atraído, conocería levemente lo felino de la joven y desearía sus  labios frescos, para luego preguntarse si aquello fue alguna alucinación.
No siempre apacible, tenía sus momentos de furia, y algo casi como odio, pero cierto interés extraterrenal le impedía consumar malicia, todo lo hacía con el corazón, aunque en sus secretos estaban el fulgor y delirio, que correspondía a una edad superior a la propia, supuestamente, pero para ella era algo absurdamente prohibido.
Pero siempre enamorada del amor, inmaculada por así decirlo, aún no se topaba con quién creyera pervertirla y pudiese destapar su desenfreno. A él le tocaría revivir sus recónditos fantasmas y por sus ojos de siervo enloquecer, y ser capaz de matar por la sed de su delicia y alegría.

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