[Fragmento]
La noción de Miseria: tópico transversal
a toda la obra
En una entrevista
que se le hace a Donoso, él señala su reconocido interés hacia los personajes
pertenecientes a una realidad abyecta, lo que los hace ser un tema recurrente
en sus novelas, constituyendo una dimensión necesaria de tratar al profundizar
en alguna de sus obras.
Este interés del
autor por las realidades abyectas, si bien parte en la miseria en tanto a
carencia material y económica, va más allá, pues al autor le interesa la falta
de identidad y unidad del yo que propicia una realidad abyecta de condiciones
miserables:
“Uno de los
grandes terrores míos, y que es tal vez el inverso del mundo aristocrático...es
el terror de la destitución, de la abyección, de la no existencia, de la
reducción a la nada, del ser que se elimina, de la explotación del ser humano
por el ser humano, en todos los planos de la destrucción. El tema no me interesa
en el sentido social; me interesa el ser humano explotado, destructor y
destruido. Para mí, por ejemplo, una de las grandes fantasías psicoanalíticas
ha sido el tema del clochard, del vagabundo, del bum, digamos.
Hay momentos en
que me veo como un clochard, y es el momento de mayor terror. El hombre
sin identidad (...)”[1]
Podemos entonces,
establecer la miseria como una carencia que lleva al vacío. Esto se representa
en la obra mediante los seres marginados de la sociedad, pues presentan una
falta de sustento, de identificación y pertenencia, la figura del clochard no posee ni origen ni destino, habita en el
vacío.
De este modo nos
encontramos en un panorama en el cual se enfrentan dos órdenes diferentes: el
orden burgués acomodado y el orden de la marginalidad y la miseria.
Miseria. La
carencia de identidad y unidad del yo.
A partir del
primer encuentro con el vagabundo, Blanca y Francisco comienzan a sentir su
realidad trastocada por esta figura. Esto les genera temor, sentimiento que
mediante un proceso se va incrementando hasta la deconstrucción de los
personajes no solo en cuanto a su entorno, si no, también a nivel interno, en
cuanto al “yo” individual.
Este proceso se
evidencia a través de los sucesos, pues de a poco la materia miserable se va
haciendo parte de sus vidas hasta ingresar en sus propias mentes, nos
detendremos en este proceso más adelante en el tema de la metamorfosis.
Por el momento,
revisaremos la falta de unidad interna, el mismo Donoso se refiere al interés
que tiene por este fenómeno (siguiendo el extracto de la entrevista):
“ Este fantasma (la figura del clochard) recurre todo
el tiempo en mis sueños. Por otro lado, con mi experiencia psicoanalítica, o
psiquiátrica incluso, hay como una duda muy fuerte, una no-creencia en la
unidad de la personalidad humana (…) creo que no creo que exista una unidad
psicológica en el ser humano (…)
No soy ni una persona ni treinta, o soy una persona y soy
treinta”[2]
La figura del “muchacho de la mochila” representa a todas
las personas y a la vez a ninguna. Esto remite a la carencia de sustento,
identidad y pertenencia que significa una vida marginada de la sociedad. Un
vivir en el vacío, lo que conlleva a una mutabilidad ante las condiciones,
adecuándose al porvenir sin un plan previo y sin parámetros establecidos a los
cuáles regirse, totalmente opuesto a las condiciones de vida que experimentaban
Blanca y Francisco, pertenecientes a un estatus que no trasgredían,
determinando su personalidad e identidad a través del sentido de pertenencia a
ese estatus, e incluso orden cultural.
Siendo parte de esto, los personajes se sienten tranquilos,
en un orden propio e inmutable que les sustenta y da seguridad. Sin embargo, el
encuentro con el vagabundo les hace chocar con el otro orden opuesto,
amenazando el sentimiento de seguridad que antes albergaban, de ahí que nace el
miedo.
Este orden opuesto a través de la figura del “muchacho de
la mochila”, se representa a partir de la falta de origen y destino, pues el
hombre aparece sin explicar su proveniencia, y pregunta a la pareja por una
dirección que no es posible encontrar, además, utilizando un código extraño, lo
que lo enmarca en la indeterminación. Francisco intenta identificarlo con
alguna nacionalidad e idioma de manera fallida, intenta comunicarse en inglés,
pero el hombre no entiende, tampoco pueden establecer su edad, por lo que se
convierte en toda una intriga que no pueden subsanar, pues la comunicación
entre el hombre y la pareja se hace insostenible al no poseer ningún idioma en
común. Se encuentran ante la imposibilidad de determinar la identidad de este
sujeto.
Miseria. Indeterminación de lenguaje.
Podemos visualizar lo dicho anteriormente en el siguiente
pasaje, cuando Blanca pregunta al hombre qué es lo que buscaba:
“El andarín comenzó una larga y encolerizada explicación en
un idioma completamente ininteligible, de fonemas y raíces que Francisco no
logró reconocer, fuera de todo ámbito de su conocimiento, quizás un idioma
altaico o armenio, aunque por qué no finlandés o islandés (…) Blanca y Francisco hicieron pequeños
gestos destinados a comunicarle que no entendían nada (...) Entonces, con rabia, el andariego hizo un gesto de
violencia con la mano, enérgico y vertical, que cortaba toda posibilidad de
comunicarse por medio de un idioma, gesto que les arrebataba, como con un dolor
terrible, su casa, sus muebles, sus cuadros, su jardín, sus libros, y los
dejaba viviendo en el agresivo cascarón de la obra gruesa de al lado, esencial
y húmeda como cueva para aborígenes, desprovista de los signos de modestas
historias personales.”[3]
Ser parte de una cultura y sociedad implica poder llevar a
cabo la comunicación mediante un código común o reconocible, que permita
identificar una cultura dentro del orden de lo posiblemente conocido. Sin
embargo, este hombre encarna el orden marginal, que se contrapone al de la
pareja, a través del uso de un código lingüístico ininteligible, por lo tanto,
mediante la indeterminación del lenguaje, este aspecto comienza a simbolizar lo
que sucede en la totalidad de la obra: un ser externo a la realidad propia de
la pareja, introduce su propia inestabilidad e indeterminación en sus
tranquilas vidas, primero chocando contra su realidad, para luego penetrarla y
comenzar a desmantelar todo aquello que les hace sentir seguros y tranquilos,
tal como la incertidumbre que insertó en sus vidas la construcción inconclusa,
que se convertiría en albergue de lo que les propiciaría el caos, diferente al
espacio de su hogar, el cual alberga la estabilidad pretendida.
Miseria. Amenaza y atracción.
En el episodio en que este hombre ingresa a la casa de
Blanca y Francisco para utilizar el teléfono, se desata el terror de Blanca al
ver aquel ser extraño y totalmente indeterminado a la luz de la lámpara.
La pareja sintió temor ante lo desconocido e indeterminado
ahora en el interior de su hogar, sintiendo su propio orden vulnerado. Blanca,
desesperada le pide a Francisco que lo saque pronto, manifestando el pavor que
le provoca:
"Lo único que sé es que no quiero miseria. No la
soporto. Últimamente he estado viendo demasiados mendigos por la ciudad, no
quiero verlos,...los odio, los odio..., me da pavor esa gente barbuda y cochina
y zarrapastrosa con abrigos desteñidos y sacos al hombro y pelo sin cortar y
con ojos de terror, gente sin origen y sin destino, hambrientos, desesperados,
aterrados: así es toda la gente que veo ahora y no puedo...y ese edificio tan
inhumano como el idioma que habla el andariego, vigilando mi jardín...” [4]
Por otro lado, si bien Francisco experimentaba temor,
también experimenta curiosidad y atracción ante esa figura, se evidencia cuando
exploraba la construcción inconclusa sin contarle a Blanca, cuando intenta
descifrar su código lingüístico, y también queriendo descifrar su extranjería,
asociándolo al libro de fotografías de peregrinos rusos que revisaban de vez en
cuando, llamándole la atención la posibilidad de aventura que este hombre
tenía, a diferencia de su vida monótona.
El temor y curiosidad por el extraño, les acecha y les
persigue aún así tras su partida abierta al enigma, lo que les hace pensar
incansablemente acerca del suceso.
De este modo Blanca y Francisco comienzan a sentirse
perseguidos por los seres miserables, les oyen y les ven por las calles,
estando en su hogar los escuchan habitar la ruina inconclusa de al lado. Se
sienten rodeados y generan la paranoia.
El mismo temor y la atracción les hace ceder, por lo que
van cambiando sus actitudes a través de un proceso de metamorfosis que se
detallará más adelante.
Este proceso denota el cambio interno de los personajes.
Pues existía aquella tensión entre ambos órdenes contrapuestos, ante lo cual la
pareja intenta resistir, sintiendo la estabilidad de sus vidas tambaleándose
ante el otro orden, así se descomponen en sí mismos intentando mantener la
unidad pretendida, sintiendo el vacío que otorgan las carencias de la
marginalidad y la miseria que les persigue, desembocando en el proceso de
metamorfosis.
[1] Donoso, José: la novela
como happening : una entrevista de Emir Rodríguez Monegal sobre El
obsceno pájaro de la noche. Revista Iberoamericana, v. 37, nº 76-77,
julio-diciembre 1971, p. 517-536.
Entrevista disponible en la web: http://www.archivodeprensa.edu.uy/biblioteca/emir_rodriguez_monegal/bibliografia/prensa/artpren/iberoamer/latino_77.htm [Consulta:
domingo, 1 de diciembre de 2013]
[2]
Donoso, José: la
novela como happening : una entrevista de Emir Rodríguez Monegal sobre El
obsceno pájaro de la noche. Revista Iberoamericana, v. 37, nº 76-77,
julio-diciembre 1971, p. 517-536.
Entrevista disponible en la web: http://www.archivodeprensa.edu.uy/biblioteca/emir_rodriguez_monegal/bibliografia/prensa/artpren/iberoamer/latino_77.htm [Consulta:
domingo, 1 de diciembre de 2013]
[3]
Donoso, José. “Los
habitantes de una Ruina Inconclusa”. Cuatro para Delfina. Barcelona: Seix
Barral, 1982. P.106
[4]
Donoso, José. “Los
habitantes de una Ruina Inconclusa”. Cuatro para Delfina. Barcelona: Seix
Barral, 1982. P.114
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