viernes, 18 de abril de 2014

G. García Márquez

Nunca sentí que tuve una actitud realmente literaria al leer a Gabriel García Márquez, simplemente me veía envuelta en sus historias tan familiares y tan extranjeras a la vez, porque Gabriel era capaz de dar cuenta de esta tierra americana tan heterogénea e insólita, sin embargo a su vez - pienso yo - nos unía como americanos a través de sus relatos, en un espacio que permitía hacer converger las memorias históricas de la colectividad, pero también era posible encontrar las memorias personales y familiares.
Sobre esto último, para mí Gabriel escribió mucho verde, turquesa y sepia.
Escribió el calor nocturno en lugares que jamás he pisado, pero podía sentir tan propios.
Escribió un pájaro y yo le leía su canto.
Escribió la rabia de un pueblo, la que aún tenemos la desdicha de seguir sintiendo.
Pero también me parece que a veces escribió de mi abuelo, de la infancia de mi madre, de cosas terribles que vio mi padre.
Para mí, de algún u otro modo, escribió la literatura de nuestras venas, a través del irrepetible crisol de un siglo y una geografía.
Gracias por vivir.



"(...) A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse.  
A un niño le daría alas, pero le dejaría que él sólo aprendiese a volar.
A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido (...)"

(La Marioneta)